La masacre que dejó 46 reclusas fue una bomba de relojería que estalló dos veces: InSigthCrime

(Tomado de InSigthCrime) – Los hechos ocurridos la mañana del 20 de junio de 2023 en la Penitenciaría Nacional Femenina de Adaptación Social (PNFAS), ubicada a 40 minutos de Tegucigalpa en el poblado de Tamara, pudo haber sido la masacre más mortífera jamás registrada en una cárcel de mujeres en América Latina. 

Así lo retrata el sitio especializado en temas de violencia organizada y narcotráfico InSight Crime en un extenso reportaje, publicado a casi dos meses de la tragedia donde unas 46 reclusas murieron en medio de un incendio y una lluvia de balas de presuntos pandilleros de Barrio 18 que lograron salir de sus celdas para atacar a sus rivales en la MS13, según autoridades y medios hondureños.

El sitio destaca que para las mujeres del PNFAS, la masacre no fue del todo inesperada. Durante meses, habían informado de un aumento de la tensión entre las pandillas. 

“Pero el alto mando del sistema penitenciario pareció haber sido tomado por sorpresa. Estaba claro que habían subestimado el potencial de violencia entre los reclusos a pesar de una masacre similar solo tres años antes cuando, en mayo de 2020, Barrio 18 usó cuchillos y machetes para asesinar brutalmente a seis presuntos colaboradores de la MS13 en la prisión”, reseña InSight Crime.

El sitio relata la historia de una joven perteneciente a la MS13 y a quien identifica como Adrina y de Sonia, integrante de Barrio 18.

“En abril de 2023, solo dos meses antes de la reciente tragedia, InSight Crime visitó el PNFAS y entrevistó a 30 reclusos y al personal penitenciario. Entre ellos se encontraba Adriana, quien ya había sobrevivido a la masacre de 2020 tras pasar varias horas escondida”, indica el medio.  

Según relata la joven de 23 años, ingresó al PNFAS en septiembre de 2016 y fue testigo de primera mano del hacinamiento y la corrupción en las cárceles de hombres. 

Pocos meses después de la llegada de Adriana, las autoridades trasladaron a varios cabecillas de ambas bandas del penal de San Pedro Sula, que había sido clausurado por problemas de violencia y corrupción con lo que el PNFAS se convirtió en el único centro penitenciario solo para mujeres del país. 

El relato de Sonia, quien se asoció con la pandilla como una forma de supervivencia, se centra en la labor de la joven previo a la masacre de las 46 reclusas.

Cuando Sonia llegó al PNFAS a finales de 2022, la prisión llevaba casi un año dividida como resultado de la masacre de 2020. 

Si bien la separación tenía como objetivo evitar futuras violencias entre pandillas, las mujeres de Barrio 18 habían logrado mantener su posición privilegiada, a pesar de ser las responsables de la tragedia.

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