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La era está pariendo un corazón

Por: Julio Raudales

Nunca he sido afecto a las esperanzas sin ton ni son. La política es el arte de saber hacer cosas para adelantarse al azar, para no dejarse arrastrar por el sin sentido de la intuición.

El cambio social se da de todas maneras, pero depende del cuidado que le pongamos, del uso adecuado del orden y el método y sobre todo de la adopción de medidas inteligentes y honestas, para que ésta dinámica se transforme en bienestar general. ¡Pues bien! Parece que esta vez la cosa marcha.

La degradación de la polis, el aumento de la violencia, la crisis de la educación y la salud, la volatilización de los valores, el desencanto político, la falta de inversión y de trabajo, la estatificación de la vida y el ensimismamiento, son algunos de los síntomas más dolorosos de la continua decadencia del país en que nos ha tocado vivir.

La pregunta obligada es, cuál ha sido la causa de esta degradación que parece alejarnos cada vez más de nuestra esencia y que nos provoca un extrañamiento que nunca habíamos sentido. La respuesta es sin duda, la inveterada práctica de una reducida y nefasta grey, donde suman abyectos políticos, malandros “empresarios” y por supuesto, no pueden faltar -como sucedía en los aciagos días de la Francia del rey sol, el falso clero, esta vez en la figura de lúgubres pastores y sacerdotes del mal.

Esta vez, sin embargo, el escenario refleja el preludio de cosas buenas. Dos grupos de profesionales, casualmente los mas escolarizados de la sociedad, han alzado sus banderas y levantado sus brazos, no para pedir reivindicación salarial o privilegios gremiales, como suelen hacer antaño y hogaño, sino para elevar su reclamo por un uso mejor de los deberes de aquellos a quienes les toca administrar el erario.

Los reclamos no pueden, de ningún modo, tacharse de inoportunos o inadecuados. Mas allá de la motivación final, no cabe duda de que persiguen una causa justa y sobre todo, reflejan el cansancio de una sociedad harta de ser engañada y que ahora, a la luz de la oportunidad, acompaña a maestros y profesionales de la salud en una lucha que puede y debe ser portadora del verdadero cambio social.

Mal harían las autoridades en persistir en su actitud porfiada y altiva; reconocer que las cosas se han hecho de forma chapucera es un primer paso. Y no me refiero tan solo a las erróneas políticas sectoriales que solo han reproducido escenarios de muerte e ignominia, también hay un problema de economía política que se persiste en repetir una y otra vez.

Podemos discutir la eficacia de un modelo de salud cuya experiencia de aplicación en otros lares ha tenido un éxito discreto. La tercerización funciona bien cuando los oferentes del servicio gravitan en mercados competitivos, abiertos y adecuadamente regulados. La opacidad, el “negociado” de acuerdos para la provisión y la burocratización, son el enemigo perfecto de cualquier intención buena en políticas públicas.

Lo mismo sucede con el pretendido reordenamiento en los servicios de educación. La necesidad de apostar por el ahorro y reinversión adecuada de un presupuesto, que ya de por sí es oneroso, la apuesta por la meritocracia en la elección de directores, maestros y demás personal administrativo, es sin duda un imperativo categórico. Sería entonces poco inteligente argüir que los profesores organizados se oponen a estas tareas, solo por llevar la contraria.

Es indudable que el elemento fundamental en toda esta diatriba se debe buscar en la forma mas que en el fondo. Y es que, en economía política, el uno es tan importante como la otra. Lo advirtieron los legisladores que en 2006 aprobaron la famosa Ley de Participación Ciudadana. Lo volvieron a intuir cuando en 2010 aprobaron la ley de Visión de País y Plan de Nación: no se puede construir desarrollo en el siglo XXI, sin contar con el elemento ciudadano. Si quienes ahora gobiernan lo hubiesen entendido, no habrían dejado de lado estos importantes procesos. Pero no lo hicieron y a eso se le llama contumacia.

Ojalá y que se acaben las actitudes porfiadas y necias. Tal vez la lección que nos dan los dos gremios con mayor escolaridad en el país permita ver al resto de la gente, la importancia que tiene avanzar en la senda del desarrollo, con una ciudadanía informada y deliberante. Un futuro luminoso para Honduras depende de una actitud abierta de quien tiene que ser inteligente.   

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