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Jóvenes y niños, dolorosas historias de país en busca del “sueño americano”

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Tegucigalpa. “Uno no se imagina que el sueño se puede acabar en un ratito en este camino…el militar me llevaba de la mano por el monte. Me llevó lejos de las vías del tren, estábamos solos. Me dijo de quitarme la ropa para ver si traía droga. Me dijo que me dejaba ir si hacía lo que decía”, relata una joven migrante en el testimonio ofrecido a una organización humanitaria internacional que investiga el abuso a que son sometidas estas personas a lo largo de la frontera mexicana, en su paso obligado para llegar al “sueño americano” que representa los Estados Unidos.
 

Cada año, decenas de miles de hombres, mujeres, niños y niñas atraviesan México sin permiso legal, como migrante irregulares. Más de nueve de cada diez proceden de América Central, en especial de El Salvador, Guatemala, Honduras o Nicaragua.

La gran mayoría se dirige a la frontera estadounidense con la esperanza de una nueva vida lejos de la pobreza que han dejado atrás. Su viaje, es uno de los más peligrosos del mundo.

Según la organización Amnistía Internacional, México es uno de los pocos países del mundo que es la vez destino y tránsito para los migrantes, y un punto de partida para la emigración, ya que miles de mexicanos tratan de cruzar la frontera con Estados Unidos en busca de trabajo. Esto da lugar a complejas consecuencias sociales, económicas, políticas y culturales tanto para México como para sus vecinos regionales.

En el caso de América Central las condiciones que obligan a su población a irse a otro país y convertirse en migrantes irregulares son las mismas que en otras partes del mundo: miseria absoluta, inseguridad, falta de oportunidades y la determinación de arriesgarlo todo por la esperanza de un futuro mejor, señala el organismo humanitario.

Cifras que duelen

En cuanto a Honduras, el país fue sacudido esta semana por datos reveladores de historias de emigrantes menores en busca del sueño americano. Cerca de 1,300 menores son deportados anualmente de la frontera mexicana, huyen de la pobreza, de la violencia y ante la falta de oportunidades.

La mayoría de estos infantes tienen edades entre los seis y siete años, son los que Unicef llama el rango de pequeños de la “primera infancia”. Ellos huyen porque Honduras, su país, no les ofrece oportunidades. No les importa viajar solos en su aventura, pero al llegar a la frontera son objeto de vejámenes por las autoridades mexicanas e incluso ciudadanos de ese país al terminar de “robarles” su derecho a la infancia: los violan, maltratan y a veces hasta los entregas a redes de trata de ilegales, según denuncias procedentes de ese lugar.


Semanalmente, según el Centro de Atención al Migrante, unos 30 menores son deportados, y al retornar al país vienen marcados por dolorosas historias de maltrato, que van desde la discriminación y la xenofobia, hasta los ataques de los traficantes de personas y los secuestros de las bandas delictivas.

La historia de los niños hondureños es dolorosa, huir de su patria por carecer de oportunidades solo refleja el estado de indefensión e incertidumbre en que se encuentra la mayoría de la población, en especial los pobres, para quienes los gobiernos diseñan políticas de asistencialismo de corte populista y político-partidario-sectario. No hay hacia ellos, acciones concretas de atención que les permita enamorarse de su país en lugar de huir.

Jóvenes, otros que también se van

Pero no solo los niños emigran, también los jóvenes. Amnistía Internacional recoge el caso de un adolescente hondureño de 16 años identificado como “José”, quien partió de su casa con su hermano de 14 años, para buscar trabajo en Estados Unidos y enviar “dinero a Honduras para ayudar a su familia”.

“Cuando Amnistía Internacional habló con él, viajaba solo. Explicó que unos días antes se había visto separado de su hermano cuando unos funcionarios (mexicanos) de inmigración registraron el tren en que viajaban. Dijo que esperaba que a su hermano lo hubieran expulsado del país y que no hubiera caído en manos de bandas de delincuentes”.

Según el último informe nacional de desarrollo humano que realiza el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Honduras, la mayoría de las personas deportadas a Honduras son jóvenes en las edades de 12 y 30 años. La edad promedio de los jóvenes deportados es de 24 años y residieron en Estados Unidos un promedio de 3.9 años.

El 70 por ciento de los jóvenes que tomaron el camino de la emigración internacional y que llegaron deportados al Centro de Atención al Migrante Retornado eran solteros. El 31 por ciento de los migrantes retornados dejó hijos al salir de Honduras y también procrearon hijos en Estados Unidos. Estos datos ponen en evidencia el costo en términos de separación y desintegración familiar que trae consigo la migración internacional.

Del total de jóvenes retornados al país y atendidos por el Centro de Atención al Migrante, el 64 por ciento habían cursado la primaria, un 26 por ciento terminaron el bachillerato y apenas un 1.1 por ciento poseía una educación universitaria.

Las principales actividades económicas en que se desenvuelven los jóvenes en Estados Unidos fueron la construcción, el comercio y reparación de vehículos automotrices, así como la industria manufacturera.

La migración de jóvenes hondureños en su mayoría procede de regiones como Cortés, Francisco Morazán, Yoro y Comayagua. Ellos huyen por falta de empleo y buscan mayores oportunidades e ingresos, según el informe del PNUD que este año fue dedicado a la juventud.

En este sentido se propone elaborar líneas de acción para hacer frente a este desafío de la emigración juvenil y de la niñez que pasa por tener una política migratoria que brinde los espacios pertinentes a la atención al emigrante a fin de lograr una mejor inclusión en actividades que les generen ingresos, condiciones sociales, de participación u otras que les estimulen permanecer en el país.

También, aprovechar la apertura comercial y de inversión que tiene el país con sus principales socios comerciales para crear oportunidades y condiciones que beneficien a los jóvenes en su inserción laboral, entre otras.

Honduras suscribió a fines de esta semana con México un convenio para atender a los emigrantes que transiten por territorio mexicano conforme las normas humanitarias internacionales, así como garantizar protección de las bandas delictivas que operan en la frontera que se han dado a la tarea de “cazar” a los ilegales para extorsionar a sus familiares.

En este sentido, la cancillería hondureña informó que ante la ausencia de condición jurídica de los migrantes ilegales, se busca revertir la tendencia y coordinar con México un trato humanitario a la dolorosa historia de los jóvenes y niños emigrantes hondureños.

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