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Inversión extranjera directa

Por: Luis Cosenza Jiménez

Sabemos que la inversión es necesaria para el crecimiento económico y la reducción de la pobreza.

Solo cuando los privados arriesgan su dinero invirtiendo en nuevas fábricas y en nuevas empresas se crea puestos de trabajo, y esto contribuye al crecimiento económico y rescata a los nuevos trabajadores de la pobreza.  La inversión puede provenir de emprendedores nacionales o extranjeros, y en países pobres, como el nuestro, el capital nacional resulta insuficiente para generar el volumen de puestos de trabajo que reclama nuestra creciente población. Resulta por tanto imprescindible recurrir a la mezcla del capital nacional y extranjero, y nuestros gobernantes se han dado a la tarea de recorrer el mundo en búsqueda del capital extranjero. Pero, ¿cuál ha sido la participación del capital extranjero en nuestro país y en la región?  Veamos las cifras para que entendamos donde nos ubicamos y cuáles deberían ser nuestras aspiraciones.

La participación del capital extranjero puede medirse en términos absolutos, en miles de millones de dólares, por ejemplo, o como porcentaje del producto interno bruto, PIB, de un país. Esta segunda opción permite hacer una comparación más justa entre los países receptores, ya que, en términos absolutos, las economías más grandes siempre atraerán más inversión que las pequeñas, simplemente porque las grandes ofrecen más oportunidades a la inversión. A fin de evitar esa distorsión, a lo largo de este artículo siempre mediremos la inversión extranjera directa, IED, como porcentaje del PIB.  Veamos primero la inversión extranjera directa en la región, medida como porcentaje del PIB,

 

2010

2011

2012

2013

2014

2015

Costa Rica

5.1

6.0

6.0

7.2

6.2

6.1

El Salvador

-0.5

0.5

1.9

1.0

2.0

2.0

Guatemala

2.0

2.4

2.5

2.5

2.0

1.0

Honduras

3.1

5.9

5.8

5.8

6.7

6.5

Nicaragua

5.2

5.6

9.6

7.1

7.5

7.5

Panamá

8.8

12.8

8.5

9.5

9.7

11.0

 

De lo anterior resulta evidente que Panamá ha sido, por mucho, el más exitoso en la atracción de la inversión extranjera, y que Nicaragua se ha apoderado del segundo lugar.  Honduras y Costa Rica se alternan en la tercera y cuarta posición, mientras El Salvador normalmente ocupa la última posición y Guatemala la penúltima.  A mi juicio esto se explica porque Panamá y Nicaragua son percibidos como los países menos polarizados de la región y eso permite pensar que las reglas del juego para los negocios serán más permanentes.  

 

Además, en ambos casos la inseguridad es relativamente baja.  En nuestro caso, y el de Costa Rica, se percibe más polarización, agravada por la inseguridad y la corrupción, en nuestro caso, y por la lentitud del proceso de toma de decisiones, en el caso de Costa Rica.  En efecto, la democracia tica parece sufrir de arterioesclerosis. En el caso de El Salvador, se percibe un alto nivel de polarización, al grado que la inversión nacional es prácticamente nula.  

 

Cuando los nacionales no invierten, tampoco lo hacen los extranjeros.  En cuanto a Guatemala, lo que se percibe es la debilidad del sistema político, los múltiples juicios por corrupción en proceso y la situación de atraso en que vive la población indígena, que sigue siendo la mayoría.  Estas condiciones confieren un tinte de inestabilidad al país y lo hacen poco atractivo a la inversión extranjera. Tanto El Salvador, como Guatemala, también muestran altos índices de inseguridad.

 

Resulta también interesante ver cómo la inversión extranjera ha evolucionado en nuestro país del 2000 al 2015, siempre medida como porcentaje del PIB.  Veamos la siguiente gráfica,

e

La gráfica muestra que la inversión extranjera directa comienza al alcanzar niveles altos a partir del 2004, o sea a partir del acuerdo de la Administración Maduro con el FMI, llegando a alcanzar su nivel más alto, 8.7%, en 2008.  Luego cae drásticamente en el 2009 como consecuencia de la crisis política que vivimos, para posteriormente recuperarse lentamente. Resulta obvio que todavía queda mucho por andar para alcanzar los niveles de la década pasada.

Ojalá que las gestiones de nuestros gobernantes permitan superar las cifras del pasado reciente.  Para ello me parece que habrá que fortalecer el estado de derecho, reducir la inseguridad y la corrupción y lograr la cohesión de nuestra sociedad en torno a nuestro modelo de desarrollo.  Lamentablemente los aires reelectorales que soplan, y que amenazan con convertirse en huracán, minan todo el esfuerzo que se hace por promover el país.  Es una pena, pero esa es la realidad de nuestra nación.  Una vez más se antepone el interés personal al nacional. En este contexto es difícil lograr el ansiado desarrollo y la reducción de la pobreza. Más de Luís Cosenza aquí…

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