Por:Luis Cosenza Jiménez
Recientemente el Dr. Steven Hanke, un profesor de Economía en la Universidad de Johns Hopkins, y colaborador del Instituto Cato, calculó el Índice de Miseria para 108 países, incluidos 18 países de América Latina.
El profesor calcula el citado índice sumando la tasa de inflación, la de desempleo y la tasa de interés y a ese total le resta el crecimiento del producto interno bruto, PIB. Claramente, entre más alta las tasas de interés, de inflación y de desempleo, más miserable se torna la vida de la población, y mientras más alto el crecimiento económico, más llevadera se vuelve nuestra existencia. Veamos ahora que nos revela el cálculo del profesor.
Por segundo año consecutivo, el país con el Índice de Miseria más elevado resulta ser Venezuela con una puntuación de 106.03. Como la lectora probablemente sabe, esto se debe fundamentalmente a la tasa de inflación que supera el 60% anual y que aparentemente continuará su carrera ascendente. En segundo lugar figura Argentina con una puntuación de 68, producto también de una alta tasa de inflación. Honduras ocupa la posición 26 entre los 108 países y la posición 5 entre los 18 países latinoamericanos analizados. En nuestro continente, solo Venezuela, Argentina, Brasil y Uruguay tienen un índice peor que el nuestro. En nuestra América el país con el Índice de Miseria más bajo resulta ser Panamá, seguido de México, El Salvador y Ecuador. Según explica el Dr. Hanke, en el caso de Honduras el índice es influenciado fundamentalmente por las altas tasas de interés que prevalecen en el país.
Seguramente que el lector observará que de los cuatro países mejor ponderados, tres (Panamá, El Salvador y Ecuador) están dolarizados, mientras que el cuarto, México, tradicionalmente ha sido modelo en el manejo de la macroeconomía, mostrando bajas tasas de inflación y de interés. En el caso de México, su calificación es afectada negativamente por la tasa de desempleo. Es interesante observar que de los tres países dolarizados, dos son dirigidos por líderes “izquierdistas”. Sin embargo, esos dirigentes no se atreven a abolir la dolarización y de hecho pareciera ser que el tema ni siquiera se discute. Como he dicho reiteradamente, en estos días no tiene sentido hablar de dirigentes de “izquierda” o “derecha”. Ahora debemos hablar de líderes “responsables” e “irresponsables”. El análisis del Dr. Hanke identifica a quienes son ampliamente reconocidos como los gobernantes más irresponsables del continente.
En cuanto a nosotros, lo que nos resta es buscar como, sin caer en posiciones populistas, se reducen las tasas de interés. Para esto habría que reducir la tasa de política monetaria, lo cual a su vez requiere que se reduzca la tasa de inflación. Hasta recientemente las tasas de interés subían como consecuencia del alto déficit fiscal del gobierno, pero con la reducción del déficit, producto fundamentalmente del ajuste fiscal que se hizo a inicios del 2014, y, en el caso de la ENEE, de la caída de los precios del petróleo, la situación ha cambiado. Habiéndose controlado y reducido el déficit fiscal, ahora resta reducir la inflación para así poder bajar las tasas de interés. Las autoridades también deberían analizar, y de ser prudente revisar, los factores que elevan el margen de intermediación bancario que también hace que suban las tasas activas.
Para concluir, cabe señalar que el calvario venezolano parece ser interminable. Recientemente se ha revelado que los venezolanos solamente son superados por los suizos y los ingleses en cuanto a la apertura de cuentas bancarias en Suiza. Según el informe, lo depositado estaría alrededor de los quince mil millones de dólares y entre los depositantes se menciona a un ex guardaespaldas de Chávez que luego pasó a ser Tesorero de la República y Director del banco de desarrollo, Bandes, y quien ahora supuestamente vive en Estados Unidos. Resulta entonces que mientras el pueblo sufre, algunos de los “revolucionarios” se vuelven ricos. Esto parece ser típico de los regímenes “izquierdistas”. Fresco continúa en nuestras memorias el filmado de la carretilla saliendo de las bóvedas del Banco Central.
