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Igualdad en las diferencias

Por Julio Raudales

La libertad y la igualdad de oportunidades son ahora, a diferencia de antaño, quizá los dos valores más preciados y seguramente también, los más necesarios para lograr una mejor convivencia y bienestar en esta sociedad del siglo XXI, tan llena de desafíos y portentos.

Amoldarse a los requerimientos de nuestro tiempo resulta en verdad un reto colosal. Las cosas han cambiado. Para el caso, las diferencias entre mujeres y hombres resaltan aún más ahora a la luz de la tecnología y la apertura de nuevas oportunidades para todos. Somos diferentes no solo en lo estrictamente fisiológico, también nuestras necesidades afectivas, sociales y materiales.

Escribo esto a propósito del día internacional de la mujer, celebrado cada 8 de marzo por las Naciones Unidas. Recordar la necesidad de restañar los derechos perdidos de una gran cantidad de seres humanos en el devenir del tiempo, debido a la condición de su nacimiento, es un deber impostergable en nuestros días. Ser negro, indígena, tener una condición física especial, o preferencias sexuales variadas, son situaciones dignificantes para cualquier ser humano. Nacer mujer en el ésta era, debe implicar garantías de trato igualitario, no solo porque ellas son más de la mitad de la población mundial, también porque a pulso han ganado un espacio vital en todas las actividades humanas.

No ha sido así siempre y es lamentable. ¡Quién sabe cuánto de cultura, desarrollo económico y paz habríamos ganado los seres humanos!, si no es porque en algún vericueto de la historia, los hombres se hicieron de la hegemonía política y el control social, asumiendo una superioridad espuria, responsable de guerras, destrucción, ignorancia y otros desatinos.

Pero no es tarde para que el mundo se replantee una estrategia de cambio que asegure la igualdad, basada precisamente en el reconocimiento de nuestras diferencias. La gente que sabe de esto establece ya algunas condiciones:

En primer lugar, eliminar las barreras que impiden a las mujeres tener el mismo acceso que los hombres a la educación, a las oportunidades económicas y a los insumos productivos.

También es fundamental reconocer que mejorar el estatus absoluto y relativo de las mujeres promueve muchos otros resultados en materia de desarrollo, incluidos los que afectan a sus hijas e hijos (igualdad intergeneracional).

Por último, se debe promover la autonomía de las mujeres como agentes políticos y sociales puede modificar las opciones en materia de políticas y hacer que las instituciones sean más representativas de una mayor variedad de voces.

En nuestro país, la marcada desigualdad en las oportunidades económicas y políticas que históricamente se ha dado entre hombres y mujeres, es sin duda alguna, uno de los determinantes clave de nuestro subdesarrollo.

Un país en el cual la tasa de escolaridad femenina supera en casi 5% a la de los hombres, la productividad media del trabajo es mayor más de 10% en su valor agregado a la masculina, pese a que el salario promedio de los varones es superior por distorsiones en el mercado laboral, no puede lograr de forma adecuada su potencial productivo. ¡Es por eso que las cosas deben cambiar!

Sin embargo, no deja de ser preocupante que las políticas públicas tendientes a cerrar la brecha de oportunidades vayan en dirección contraria a lo intuitivamente recomendable: Se sigue viendo a las mujeres con mirada compasiva, cual si fueran una facción vulnerable en la sociedad. Se les ofrece bonos y “regalitos”, sin pensar que el presupuesto público debería concentrarse en estimular el desarrollo de su potencial económico, abriendo puertas para su inserción al mercado laboral y estimulando aún más su participación social.

Pero lo fundamental es abrir espacios para que, de manera eficiente, puedan insertarse en las zonas de mando en la política. ¡Ya no basta con relegarles al segundo plano de una o dos de las vicepresidencias en el Ejecutivo o el Congreso Nacional! Las mujeres deben tener igualdad numérica en la cámara legislativa -en el Congreso actual hay apenas 27 diputadas de 128 escaños- mayor cantidad de alcaldesas, ministras y gerencias públicas.

Sin el establecimiento de los derechos económicos claro y contundente de las mujeres, para estimular su desarrollo sostenible, difícilmente saldremos de pobres. El crecimiento económico es bastante más que cuidar el déficit fiscal o la inflación. ¡Su componente de justicia es quizás la variable clave!

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