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Honduras frente a sus propias tormentas

Por: Thelma Mejía

Tegucigalpa.-  Los últimos movimientos en la lucha contra la corrupción y la impunidad en Honduras, tiene al país y a sus elites enfrentando sus propias tormentas, al ver desfilar en los tribunales personajes inimaginables en una nación donde la impunidad  ha sido la moneda de curso y los arreglos bajo la mesa los pactos en común.

La lucha contra la corrupción parece que quiere enrumbarse con fuerza nuevamente, tras el golpe otorgado a la MACCIH con la renuncia de su vocero Juan Jiménez Mayor, un personaje que logró conformar un equipo de trabajo comprometido contra la impunidad en el país, rehuía los cócteles porque entre menos le conocieran, mejor podría hacer su trabajo, confió a sus amigos. Jiménez apareció en los medios cuando tenía que hacerlo, pero sabía que fuerzas internas y externas a la Misión conspiraban en su contra al grado que llegaron a contratar una empresa para espiarlo y a entablar acercamientos con fuerzas ligadas al fujimorismo en Perú.

La trama de su salida no fue la controversia con el Secretario General de la OEA, que en su miopía se prestó a atomizar lo que él mismo había creado: la MACCIH. Sin duda el discurso anticorrupción como el de la transparencia y la rendición de cuentas son pegajosos, pero cuando toca ejecutarlos, se vuelven incómodos.

Jiménez Mayor al desnudar la “Red de Diputados” y el “Pacto de impunidad” terminó de incomodar a sus enemigos y a los enemigos de Honduras, pero su valentía fue reconocida por la población, por el hondureño de a pie y por el hondureño indignado, así como por el hondureño pasivo.

Antes de su partida, Jiménez Mayor anunció cosas para el país, golpes contra la corrupción de la mano de la UFECIC-MACCIH y del Ministerio Público. Contrario a lo que muchos piensan, reconoció el acompañamiento que en su trabajo le dio el fiscal general, Óscar Chinchilla, envuelto ahora en el debate mediático de optar o no por un nuevo período, aunque públicamente no ha dicho esta boca es mía. El fiscal hará sus propias valoraciones seguramente.

Sus anuncios empiezan a concretarse y el nerviosismo crece entre algunos sectores que sienten que el espacio de negociación se achica y que el país podría estar entrando a una lucha contra la corrupción sin retorno, así como fueron las extradiciones. Los primeros casos impactaron y ahora son rutinarios, peces chicos y gordos del narcotráfico seguramente seguirán desfilando y cantando.

Tanto las redes del narcotráfico como las de la corrupción nos develan cómo la impunidad ha operado en este país que cayó 12 escalones en el índice de percepción de la corrupción que mide Transparencia Internacional. Después de Nicaragua y Guatemala, somos el tercer país más corrupto de Centroamérica.

Por más de dos décadas, en la escala de medición de 0 a 10, donde diez es un puntaje que acerca a la transparencia y cero el que más cerca está de la opacidad, Honduras no pasa de 2.5, 2.9 y 3. Esta última puntuación obtenida hace como tres años aproximadamente ha sido la más alta, pero se desplomó esta última vez y volvemos al túnel de la impunidad, los esfuerzos de salida no se vieron. El discurso público es que “estamos cambiando”. Y seguramente así ha de ser. Habrá que valorar el tipo de cambio.

Pero casos como “Caja chica de la dama”, “Red de Diputados”, “Pacto de impunidad” y Berta Cáceres, es que tienen en este momento a diversos sectores enfrentando sus propias tormentas. Lo que sale a luz pública sobre estos temas no es agradable al oído ni a la conciencia, todo lo contrario, genera escalofríos.

El nerviosismo parece haber llegado a quienes están acostumbrados a pasar la hoja sin que nada pase. Del rumbo que tomen las tormentas sabremos si vendrá un gran huracán o su ojo permanecerá estático antes del torbellino. Por ahora, la incertidumbre y el temor ya fueron colocados.

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