spot_img

Hillary Clinton y Donald Trump, cara y cruz en política migratoria

Compatir:

Washington.- La candidata demócrata a la Casa Blanca, Hillary Clinton, y su rival, el republicano Donald Trump, representan la cara y la cruz en política migratoria con propuestas tan diferentes como la anhelada reforma migratoria y la construcción de un muro entre México y Estados Unidos.

Cuando Efe pidió a la campaña de Clinton que resumiera en una frase sus propuestas migratorias, el director de medios hispanos, Jorge Silva, contestó: «Introducir una reforma migratoria integral con un camino a la ciudadanía plena y equitativa dentro de sus primeros 100 días de Gobierno».

Y añadió: «Proteger el programa de Acción Diferida (DACA) y el plan Acción Diferida para Responsabilidad de los Padres (DAPA) y enfocar nuestros recursos en deportar a criminales violentos, no romper las familias que cumplen la ley».

El propio Partido Demócrata ha hablado de Clinton como la sucesora que hará realidad algunas de las políticas del presidente de EEUU, Barack Obama, quien en 2014 promulgó unas normativas -conocidas como DACA y DAPA- destinadas a frenar la deportación de cinco de los 11 millones de indocumentados que viven en el país.

Durante toda su campaña, la exsecretaria de Estado ha prometido «proteger» esos programas, que buscan frenar de manera temporal la deportación de los padres con hijos estadounidenses o residencia permanente y de los jóvenes que llegaron a EEUU de niños, conocidos como «dreamers» (soñadores).

Pero Clinton busca una solución definitiva para reparar el sistema migratorio de EEUU y, por eso, se ha comprometido a impulsar una reforma migratoria en los primeros cien días de su Presidencia, una promesa que también hizo Obama y que no pudo cumplir después de que los republicanos ganaran el poder de todo el Congreso en 2014.

En caso de que el Congreso se niegue a actuar, Clinton ha propuesto crear un sistema que permita frenar la deportación de inmigrantes «con mérito» mediante unos criterios aún no definidos pero que incluirían, por ejemplo, a inmigrantes que hayan hecho alguna contribución significativa en sus comunidades.

«Haré todo lo que pueda para ayudarte», prometió en febrero Clinton a Karla Ortiz, una niña de 11 años, cuyos padres tienen una orden de deportación.

Lejos de la ternura que ha mostrado Clinton con los inmigrantes, Trump ha alardeado de ser un tipo duro, capaz de viajar a México, llamar «amigo» a su presidente, Enrique Peña Nieto, y luego reiterar ante una multitud en Arizona su promesa de construir un muro y hacer que el Ejecutivo mexicano pague por él.

Aunque en ese momento se habló de la posibilidad, nunca se produjo un cambio de postura en el candidato, que en su pagina web resume sus posiciones migratorias en una sola frase: «Dar prioridad a los puestos de trabajo, los salarios y la seguridad del pueblo estadounidense».

«Debemos seleccionar a los inmigrantes en función de su probabilidad de tener éxito en EEUU y su capacidad de ser autosuficientes en términos financieros», añade la campaña en su web.

Para Trump, el lema de «poner a EEUU primero» significa crear una «fuerza de deportación» para expulsar a todos los indocumentados que viven en el país, así como acabar con las llamadas «ciudades santuario», en las que las autoridades locales protegen de la deportación a inmigrantes indocumentados.

Entre las propuestas más polémicas de Trump también figura la de quitar la ciudadanía que reciben de manera automática los niños con padres extranjeros que nacen en suelo estadounidense y a los que el millonario llamó de manera descalificativa «bebés ancla».

En términos generales, existe una diferencia conceptual entre los dos candidatos a la hora de abordar este tema: mientras Clinton apuesta por resolver el problema migratorio en sí, Trump define sus políticas en otro plano que relaciona inmigración con seguridad nacional y terrorismo.

Por eso, el magnate quiere reducir los niveles de asilo e implementar un bloqueo «completo y total» a la entrada de musulmanes a Estados Unidos, una propuesta que lanzó en diciembre del año pasado solo cuatro días después del ataque en San Bernardino (California), llevado a cabo por un matrimonio radicalizado, en el que murieron 14 personas.

Frente a ese enfoque, Clinton repite continuamente que EEUU «es una nación de inmigrantes» y, por ello, ha prometido acabar con los centros de detención para familias de inmigrantes que Obama reabrió en 2014 y en donde son retenidos padres e hijos que cruzan la frontera de manera irregular.

Los indocumentados también suelen expresar preocupación por una ley que Clinton ha prometido eliminar y que prohíbe reingresar en EEUU por un periodo de tres o diez años a los inmigrantes que vivieron en el país de manera irregular, volvieron a su país de origen y ahora desean regresar a territorio estadounidense.

Las políticas que propone Clinton son más progresistas que las ejecutadas por su esposo, el expresidente Bill Clinton (1993-2001) y pretenden atajar una realidad en la que la población inmigrante se mantiene estable y que difiere del retrato de Trump, quien considera una amenaza la llegada de indocumentados.

Según el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), las detenciones en la frontera han bajado un 79 % desde el pico registrado en el 2000, lo que significa que menos indocumentados tratan de cruzar la frontera a pesar de la avalancha llegada en 2014 de niños no acompañados y procedentes de Centroamérica.

Además, según datos del centro Pew Research, actualmente en EEUU viven unos 11,1 millones de inmigrantes indocumentados, una cifra que apenas ha cambiado desde 2009, en los comienzos de la «Gran Recesión», y es inferior a los 12,2 millones de indocumentados que vivían en el país en 2007.

spot_img
spot_img

Más noticias

spot_img
spot_imgspot_img