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Golpes de Estado en Latinoamérica aumentan violencia machista, dice experta

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Asunción – Los golpes de Estado en países latinoamericanos, las políticas neoliberales y las crisis económicas en la región aumentan la violencia contra las mujeres, según declaró en una entrevista con Efe la activista y comunicadora argentina Claudia Korol.

Korol, quien trabaja como comunicadora y educadora popular, y es militante del colectivo Pañuelos en Rebeldía, intervino en el seminario internacional «Alimento sano, pueblo soberano», celebrado esta semana en Asunción en el marco de una feria de semillas y agricultura ecológica.

Para la activista, la región ha atravesado tres golpes de Estado en los últimos años: en Honduras en 2009, cuando fue depuesto el presidente Manuel Zelaya; en Paraguay en 2012, cuando el mandatario Fernando Lugo fue destituido en un juicio político; y el actual proceso de ‘impeachment’ contra la presidenta brasileña, Dilma Rousseff.

Además, agregó que en el resto de países de la región avanzan «la derechización de los Gobiernos y las políticas neoliberales».

Korol dijo que estas circunstancias generan pérdida de trabajo y mayor crispación social, lo que aumenta la violencia que padecen las mujeres sobre sus cuerpos y sus vidas, e incrementa las cifras de maltrato y feminicidio.

«En 2009, las mujeres hondureñas decían: ‘ni golpes de Estado, ni golpes a las mujeres’. Las mujeres padecemos las consecuencias de los golpes de Estado, porque hacen crecer la violencia institucional, y también la de nuestras casas. Los golpes de Estado buscan retraer las conquistas de las mujeres y los pueblos», afirmó.

Korol subrayó el papel que las mujeres asumen en las crisis económicas, como organizadoras de redes de solidaridad, a través de comedores, ollas populares o huertas comunitarias que permitan «dar respuesta al hambre y la falta de trabajo».

En este sentido, Korol resaltó la importancia que tienen los cultivos autogestionados en el mantenimiento de la soberanía alimentaria, un paradigma que promueve la autonomía de las personas para elegir qué alimentos consumen, al margen del comercio internacional o las imposiciones mercantiles.

«La soberanía alimentaria forma parte de una serie de soberanías que tienen que ver con la resistencia de las mujeres feministas, como la soberanía sobre sus propios cuerpos, que incluye su derecho a tener o no hijos, a organizar su sexualidad, en definitiva a escoger de manera autónoma y consciente su propio proyecto de vida», afirmó la activista.

En la recuperación de la soberanía alimentaria juega un papel crucial la agricultura familiar, hasta el punto de que, según Korol, «no hay respuesta posible a una crisis alimentaria sin el campesinado».

Opinó, sin embargo, que el trabajo de las mujeres campesinas e indígenas no ha sido suficientemente valorado, a pesar de que son ellas las transmisoras de saberes ancestrales y experiencias sobre el cuidado de la tierra, y las custodias de las semillas nativas.

También alertó del riesgo de caer en redes de trata de personas que enfrentan las mujeres campesinas cuando se ven obligadas a migrar a las ciudades, ya sea debido a una crisis o a la expulsión de sus territorios.

Por ello, apostó por garantizar la remuneración de las mujeres campesinas y su acceso a la tenencia de tierras, como una forma de poner en valor su aporte al trabajo en el campo.

La pasada semana, la experta de la agencia de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO) Emma Siliprandi alertó en una entrevista con Efe de la feminización de la pobreza rural en América Latina, y de la violencia institucional contra las mujeres campesinas.

Según datos estadísticos de las entidades que administran justicia, en el mundo se registran anualmente 65.000 muertes por feminicidio, un alto porcentaje de ellos en los países latinoamericanos.

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