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El Puerto está de Feria

Por: Armando Euceda

Algunos se preguntan si las noches estrelladas de agosto que se ven en el cielo de Puerto Cortés tienen algún propósito.

Yo le encuentro uno lleno de magnificencia: El universo nació hace unos 13 mil 800 millones de años con el propósito de que en una esquina, en un punto imperceptible de la Vía Láctea, un sábado de agosto, tu y yo, pudiéramos disfrutar, con bombos y platillos, el tejido, el manto de estrellas de la creación, con el bullicio del carnaval de la noche Veneciana, arropada con el alma de los porteños.

Y en esa alma de puerto fue creada la mujer porteña que es belleza en color de caramelo en reposo. De todas las tonalidades -caramelo claro, caramelo oscuro- pero de igual dulzura.

En la yema del dedo índice de mi mano conservo fresca la sensación de logro del primer momento en el cual un pez pico la carnada en el anzuelo atado a mi cuerda de pescar. Yo era uno de los tantos niños sentados en las piedras a la orilla del mar, en la bahía del puerto. Atrás de nosotros  estaba la línea del ferrocarril y pasaban a menudo los vagones cargados de bananos. Otros pescaban en los muelles o en los puentes de La Laguna que une a la península con tierra firme. Aun no existía la Empresa Nacional Portuaria. El mar era nuestro, de los niños y jóvenes del puerto.

Agosto es el mes de la fiesta grande de los porteños. Mes de verbenas, de desfile de carrozas, de bailes y reinados. Mes de playas llenas de gente disfrutando en Bajamar, La Coca Cola y en la Playa Marejada. Mes de actos religiosos en honor a la Virgen de la Asunción patrona de los porteños.

El sábado, en la recta final de la feria agostina, su noche es mágica, los porteños tiran la casa por la ventana: es noche de Malecón, hay música por todos lados, luces de bengala, es noche del Gran Carnaval de la Feria, es la ¡Noche Veneciana!

Si nunca has estado en una noche Veneciana te has perdido un espectáculo mayor. Asiste para que no te asombres cuando tus amigos te cuenten. Solo una precaución te recomiendo tener: el Puerto es territorio de los selacios. Allí mandan los tiburones blancos, así que mejor no toques el tema. Por lo demás, los porteños son grandes anfitriones.

Si de comer buen marisco se trata, el puerto es insuperable. Los restaurantes se lucen: Pescado frito con tostones, camarones a la plancha, sopa de caracol (¡Lo que quieras!). Aunque, en lo que al King Crab (al ajillo) se refiere, ¡la mejor receta la prepara mi sobrino Juan Carlos!

Puerto Cortés es un territorio libre de analfabetismo. Las escuelas, públicas y privadas, de su Distrito Escolar siempre han sido excelente. Sus dos colegios más antiguos -el FDR y el Sagrado Corazón- han sido emblemáticos a nivel nacional. Los desfiles escolares forman parte de la fiesta grande de agosto en el Puerto.

El porteño es trabajador, muy trabajador. Siempre lo ha sido. La Portuaria, la Aduana, las Agencias Aduaneras, los empleados y las autoridades municipales, los empleados del hospital público y los centros de atención médica, los empresarios, los maestros, los generadores de las actividades turísticas, los que realizan faenas en el campo, son un gran ejemplo de cómo se debe honrar el trabajo.

Meter los pies en el agua salada -tibia- del mar, respirar el aire yodado de la bahía porteña o simplemente disfrutar un amanecer, un atardecer o una lunada en Puerto Cortés le trastea las neuronas a cualquiera. Siempre sospeché que el puerto quedaba a un milímetro del cielo. Más de Armando Euceda. Aquí…

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