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El fin de la «Primavera de Praga» que presencié

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Miami, Florida Esta semana se celebran los 50 años de la invasión soviética a Checoslovaquia que puso fin, de una manera aplastante, a la llamada “Primavera de Praga”, un movimiento de apertura política que terminó con las ansias de libertad de ese país.

En la noche del 20 de agosto de 1968 y madrugada del 21, 2,300 tanques de 29 divisiones blindadas soviéticas y del Pacto de Varsovia entraron a Checoslovaquia para aplastar un sistema político liberalizador que Moscú temía que podía propagarse a otros países socialistas de su influencia.

tumba de protestanteLa tumba del estudiante Jan Palach, que se prendio fuego en protesta por la invasión. (Foto AGM).

Yo estuve dos veces en Praga, antes y después de la invasión, cuando trabajaba en Londres para la agencia española de noticias EFE.

Antes del 20 de agosto de 1968, pude presenciar la “primavera de Praga”, así como el clima de libertad y euforia, que se sentía en la capital, así como en la segunda ciudad, Bratislavia, que también visité.

No pude entrar a Checoslovaquia el día de la invasión por el cierre de fronteras.

tanque rusoProtestas por la invasión soviética. (FOTO DE JOSEF KOUDELKA).

Pero si estuve en Praga en el primer aniversario de esa atrocidad, y fui testigo, como único periodista español-latinoamericano presente, de serios enfrentamientos entre las tropas soviéticas y los estudiantes checos que ondeaban banderas de su país.

En mi retina todavía está la escena de ver a esos estudiantes, ellas en minifaldas, subidos a los tanques soviéticos, para parar su avance por las calles de Praga, mientras que los soldados rusos, igual de jóvenes, no sabían que hacer.

Luego fueron los oficiales los que ordenaron disparar contra los manifestantes para impedir cualquier protesta por la intervención soviética de un año tras.

joven reclamaUn estudiante protesta ante los soldados soviéticos.

Releo ahora los recortes de mis crónicas, publicadas en primeras páginas de diarios en España y América Latina, y pienso que ese fue el primer movimiento en serio para desligarse del yugo de Moscú y la diferencia de lo que es ahora ese país.

Ese país está ahora dividido en dos, desde 1989:  la Republica Checa y Eslovaquia.Y ambos pertenecen a la Unión Europea y a la OTAN, la organización militar opuesta al Pacto de Varsovia.

La Unión Soviética ya no existe como tal.

Ahora es Rusia la que pretende segur influyendo en los países de la ex Europa Oriental socialista, pero no con tanques, como lo hizo el exlíder soviético Leonid Breznev, pero si con influencia política por medio de partidos afines a Moscú.

una joven reclamaUna joven checa le reclama a los soldados soviéticos.

Pero las viejas costumbres no se olvidan. O como cuando el actual líder ruso, Vladimir Putin, armó a grupos paramilitares en Ucrania o invadió descaradamente a Crimea, ante el vergonzoso silencio de Occidente.

En mi último día en Praga, visite el cementerio de Olsany, donde estaba enterrado Jan Palach, el estudiante que se prendió fuego en la Plaza de Wenceslao el 19 de enero de 1969, en protesta por la invasión soviética y la posterior ocupación de su país.

Suerte tuve, porque cuatro años después, en 1973, la policía secreta checa sacó su cuerpo de madrugada para evitar que siguiera siendo ese lugar, un sitio de peregrinaje y de protesta antisoviética. Fue incinerado y sus cenizas enviadas a su madre.

Con la democracia en ese país, en 1990, regresaron a su sitio original.

Para comprender mejor a la Praga de antes y después de la invasión soviética, es recomendable leer “La Insoportable Levedad del Ser”, del escritor checo Milán Kundera.

O mejor aún, ver la película del mismo nombre y basada en esa novela, que dirigió Phillip Kaufam, en 1988.

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