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Diez mil botellas de plástico para levantar una casa comunal en Panamá

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Las Veraneras (Panamá) – Podrían haber acabado en cualquier río o playa, pero dos ONG han usado 10.000 botellas de plástico para levantar una casa comunal en una humilde barriada panameña, que servirá de lugar de reunión para sus vecinos y de recordatorio del gravísimo problema ambiental que suponen los residuos plásticos.

«Es la primera casa comunal construida con botellas de plástico de todo Centroamérica. Tenemos que darnos prisa porque inauguramos en dos semanas y aún nos queda trabajo por hacer», dijo a Efe la directora de la Fundación Trenco, Carmen María Miselem, mientras trataba de retirar con una pala restos de cemento del suelo.

La casa, de 36 metros cuadrados, está construida a base de botellas de plástico, madera, cemento y acero. Las botellas, de 300 mililitros, se encajan en planchas de madera que se rellenan de cemento y se van colocando como si fueran ladrillos.

Se trata de un método sencillo, que no necesita mano de obra cualificada y que es relativamente económico, pues las botellas de plástico permiten ahorrar hasta un 40 por ciento de concreto o ladrillo.

La infraestructura, que cumple con todas las reglas panameñas de construcción, es resistente al agua, además de fresca y luminosa, ya que permite que la luz se cuele entre las botellas.

«En este país tenemos un gran problema con el plástico y con los residuos en general. Apenas reciclamos el 5 por ciento de las más de 2.500 toneladas de basura que generamos al día. Esto es insostenible y hay que buscar soluciones», afirmó la directora de la fundación Trenco, dedicada principalmente al reciclaje.

La ONU estima que cada año se vierten en los océanos 8 millones de toneladas de plástico y que, de seguir así las cosas, en 2050 habrá más plásticos que peces en los mares.

La casa, que empezó a construirse en abril pasado gracias a la colaboración de decenas de voluntarios, se encuentra en la loma de un cerro, en un camino terroso y empinado que recorre la comunidad Las Veraneras 2.

La barriada, ubicada en Arraiján, una ciudad dormitorio que está 20 kilómetros al oeste de la capital panameña, es la prueba certera de que el crecimiento económico de Panamá no llega a todos por igual.

Sus vecinos no tienen agua corriente, tampoco disponen de carreteras ni de servicio de recogida de basuras, se enganchan a la electricidad de la comunidad aledaña y apenas llegan a los 400 dólares de ingresos mensuales.

«La realidad de Panamá es muy dura y no todo el mundo quiere verla. Somos uno de los países más desiguales del mundo, de acuerdo con las últimas mediciones del Coeficiente de Gini», lamentó Sebastián Cordova, director de Vivienda y Hábitat de Techo, una ONG internacional presente en una veintena de países de la región que combate la pobreza y promueve el derecho a una vivienda digna.

A pesar de que Panamá lleva casi una década liderando el crecimiento económico de la región, tiene una tasa de pobreza cercana al 20 por ciento, que afecta principalmente a las zonas rurales y las comarcas indígenas.

La casa comunal va a beneficiar a 68 familias y se va a utilizar principalmente como centro de reunión. «En comunidades tan pobres como esta es importante la colaboración entre vecinos y la existencia de espacios donde puedan interactuar y ayudarse entre ellos», agregó Cordova.

Daisy Palacios, la única indígena ngöbe de la comunidad, reconoció estar «nerviosa» por la inminente apertura de la casa y dijo que las mujeres del vecindario «tienen muchos planes» para la insfraestructura, y que lo primero que van a organizar es una jornada de vacunación, ya que hasta ahora tenían que andar casi una hora para llegar al centro médico más cercano.

«Se te olvida contarle que aquí vamos a celebrar Fiestas Patrias, el Día de la Madre y la Navidad. Antes pasábamos las fiestas ahí al aire. Si hacía sol nos achicharrábamos y si llovía nos empapábanos», le interrumpió su amiga Ana Berta.

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