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Desenredando la complicada y veloz colonización de América

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El análisis del genoma antiguo de 15 individuos americanos, entre ellos el de la momia más arcaica del mundo, han dado cierto orden al complicado mapa de la dispersión de los primeros colonizadores de América, quienes se propagaron por el continente en tres grandes eventos y a una “velocidad asombrosa”.

Los antepasados de los actuales americanos salieron de Siberia y este de Asia y, después de permanecer miles de años aislados en Beringia -istmo que hoy ocupa el estrecho de Bering-, se adentraron hace unos 25.000 años en las zonas no glaciares del territorio americano, desde donde se fueron expandiendo a todo el continente.

Primero se desplazaron a lo que hoy es Alaska y Canadá, después lo hicieron hacia el sur del continente llegando hasta Patagonia y más tarde salieron desde Mesoamérica al sur y otra vez al norte.

Esta es una de las principales conclusiones de un trabajo internacional liderado por científicos del Museo de Historia Natural de Dinamarca que publica la revista Science y que ayuda a desenredar la maraña que aún significa el poblamiento del continente americano.

“Este estudio logra colocar los anclajes en determinados puntos de la historia de América”, señala a Efe Antonio Salas Ellacuriaga, de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y uno de los autores del artículo, quien precisa que “supone un paso preliminar para empezar a entender la gran complejidad de esta colonización”.

Tres grandes eventos poblacionales


Según este estudio, existieron al menos tres grandes eventos demográficos.

El primero de ellos se produjo a través del puente de la Beringia desde hace aproximadamente 25.000 años hasta hace unos 13.000 años y los datos sugieren que existieron varias subdivisiones, una en la propia Beringia y otra hacia Big Bar en la región de la Columbia Británica (Canadá); es desde esta última zona desde donde una representación de nativos se dispersa por el resto del norte.

El segundo período importante es el que implica la colonización de casi todo el continente hacia el sur, hasta Patagonia: los datos apuntan que fue muy rápido y no se produjo de manera gradual, sino más bien a modo de pequeños saltos, explica Salas, quien agrega que esto tuvo lugar hace 14.000 años y se mantuvo hasta hace 6.000 años.

Dos estudiantes de postgrado durante la excavación de los restos de uno de los individuos analizados. Crédito: Mark AldenderferDos estudiantes de postgrado durante la excavación de los restos de uno de los individuos analizados. Crédito: Mark Aldenderfer

En esta segunda gran dispersión los investigadores encontraron algo no esperado, un “ADN fantasma“: en los restos analizados en el yacimiento de Lagoa Santa, Brasil, hallaron un componente austral-asiático en sus genomas que se cree llegó allí procedente de Mesoamérica y que los primeros pobladores pudieron arrastrar hasta el sur; sin embargo desconocen su origen, cómo llegó a Mesoamérica.

“Sabemos que esta señal genética está presente en Brasil hace 10.400 años pero aún no hemos podido encontrar un solo genoma más antiguo o más al norte de Lagoa Santa que tuviera este componente”.

Por otro lado, los investigadores confirman algo ya establecido en otros estudios, que en la población del sur de América hubo dos grandes rutas de migración, una a cada lado de los Andes: una siguiendo el borde del Pacífico y otra el borde del Atlántico.

Al mismo tiempo que esto sucedía en el sur, las poblaciones en el norte del continente empezaron, hace unos 9.000 años, a mezclarse.

La tercera gran oleada se inició en Mesoamérica (México) hace unos 8.700 años: las poblaciones se movieron hacia el norte por lo que se conoce la Gran Cuenca, noroeste de Norte América, y, por otro lado, se inicia una segunda expansión poblacional hacia el sur.

Esta última daría lugar a la mayor parte de la variabilidad genética observada hoy en día en el sur del continente, subraya el investigador español, quien agrega que en esta ocasión esta dispersión no alcanzaría Patagonia hasta hace unos 5.000 años.

Una momia controvertida


Para llegar a estas conclusiones los científicos analizaron restos de varios yacimientos, distribuidos de norte a sur y, entre ellos, la controvertida Cueva del Espíritu, Nevada (EEUU).

Allí, en 1940 se encontró una momia, la que hoy se sabe es la más antigua del mundo. Primero se pensó que no sobrepasaba los 1.500-2.000 años, pero en la década de los 90 se dató usando radiocarbono en 10.700.

Entonces, la tribu Paiute-Shoshone de la reserva de Fallon (Nevada) reivindicó su vinculación con el esqueleto y solicitó su repatriación, petición que fue rechazada; la tribu demandó al Gobierno federal y la demanda enfrentó a tribu y antropólogos.


El estancamiento duró 20 años hasta que la tribu acordó que el profesor Eske Willeslev, de la Universidad de Cambridge, de la Universidad de Copenhague y firmante del artículo de Science, podía llevar a cabo la secuenciación del genoma de la citada momia.

Se pactó que si esta era genéticamente nativa americana no estaría en una vitrina y se devolvería a la tribu, lo que se hizo en 2016: hubo una ceremonia privada de entierro a la que acudió Willeslev, explica la universidad británica en una nota de prensa.

El genoma de esta momia no solo resolvió una disputa legal y cultural, sino que ha ayudado, junto a los otros 14 individuos, a dibujar la población de este continente: llama la atención la estrecha similitud genética entre la Cueva del Espíritu y Lagoa Santa, lo que implica que los ancestros de los actuales americanos viajaron por el continente a una velocidad asombrosa, resume David Meltzer, de la Universidad Metodista del Sur de Dallas (EEUU).

“Esto es algo que hemos sospechado debido a los hallazgos arqueológicos, pero es fascinante que la genética lo confirme y que revele que los primeros pueblos eran muy hábiles para moverse rápidamente a través de un paisaje totalmente desconocido”.

Artículo en la revista Cell


Además de este estudio, se ha publicado otro en Cell liderado por el genetista David Reich, de la Universidad de Harvard y del Instituto Médico Howard Hughes.

El análisis del ADN de 49 individuos que abarcan unos 10.000 años en Belice, Brasil, los Andes centrales y el sur de América concluye que la mayoría de la ascendencia centroamericana y sudamericana procede de al menos tres corrientes diferentes de personas que entraron desde Norteamérica.

Todas ellas proceden de un linaje ancestral de migrantes que cruzaron lo que es hoy el Estrecho de Bering hace más de 15.000 años. EFE

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