spot_img

Crónica de un fallo anunciado

Por: Luis Cosenza Jiménez

Recientemente ocurrió lo que muchos esperábamos. Por medio de un fallo de la Corte Suprema, por unanimidad de la Sala de lo Constitucional, se ha abierto la puerta a la reelección presidencial.

Algunos ya celebran el fallo, mientras que otros insisten en que todavía no es constitucional la reelección. Sin embargo, al margen de los galimatías jurídicos, la realidad nos dice que el tema ha sido manejado política, y no jurídicamente, y que los políticos que promueven la reelección muy probablemente se saldrán con la suya. Pocos políticos se han pronunciado en contra de la reelección, y otros que supuestamente se oponían ahora eufóricamente se aprestan a iniciar sus campañas. Con mucho pesar concluyo que estamos frente a un hecho consumado que, más temprano que tarde, lamentaremos. Permítanme explicar por qué.

Nosotros los hondureños hemos sufrido experiencias muy amargas a causa de la reelección. Fue esa experiencia la que dio origen a los célebres “artículos pétreos”. Dado lo ocurrido en nuestro pasado, y en vista del deseo de algunos de nuestros líderes de eternizar en el poder, la última Asamblea Nacional Constituyente optó por proscribir la reelección. Muchos opinamos que fue una sabia decisión a la luz de nuestra experiencia. No obstante esto, algunos líderes políticos ahora justifican la reelección diciéndonos que las circunstancias han cambiado. Por otro lado, los periodistas de una conocida cadena de radio, incapaces de controlar su alegría por el fallo, repetían, una y otra vez, que catorce de dieciocho países latinoamericanos habían ya optado por la reelección, y que solamente cuatro, Guatemala, Honduras, México y Paraguay, no lo habían hecho. Se trataba, según ellos, de optar por la modernidad, ignorando que, en nuestro caso al menos, se trata de volver a un pasado nada atractivo. Por otro lado, como todos sabemos, un error no justifica otro, así que lo hecho por nuestros vecinos no necesariamente debería marcar un derrotero para nosotros. Más importante debe ser nuestra propia experiencia, y la de algunos de nuestros vecinos, con la reelección.

En cuanto al cambio de circunstancias, ¿qué es lo que ha cambiado? ¿Es que nuestros políticos son ahora inmunes a las ventajas inherentes a permanecer en el poder? ¿Será que ahora nuestros líderes políticos han aprendido a anteponer el bien común a sus intereses personales? ¿Será que las nuevas generaciones de políticos se han inspirado en Washington y pueden auto limitarse en sus ambiciones reelectorales? Si no es así, entonces tal vez se trate del fortalecimiento de nuestras instituciones que, a diferencia del pasado, ahora podrán evitar que los políticos abusen del poder para reelegirse. Sin embargo, si nuestras instituciones y la alternabilidad en el poder no han logrado reducir el abuso del poder y la corrupción, ¿vendrá la reelección a disminuir o a aumentar estos males? Si, como algunos pensamos, la reelección vendrá a incrementar el poder en manos de un grupo de políticos, ¿fortalecerá o debilitará esto nuestras instituciones? ¿Hará esto más fácil o más difícil que se abuse del poder para lograr una reelección? No debemos olvidar que, como se ha dicho reiteradamente, el poder absoluto corrompe absolutamente.

Me parece que no debemos engañarnos. Estamos frente a una reelección inmediata e indefinida, al estilo Venezuela o Nicaragua. Recordemos que un prominente líder político nacional públicamente declaró que “tenemos presidente para rato”. Francamente me resulta doloroso que algunos aplaudan un fallo que abre las puertas a que nuestro futuro sea similar al de los sufridos países que ahora disfrutan de “dictaduras democráticas”, con dirigentes que se proponen eternizar en el poder. ¿Piensa usted, amigo lector, que don Nicolás Maduro, o don Daniel Ortega, libre y gustosamente se impondrán límites en sus afanes reelectorales? ¿Es una “dictadura democrática” lo que deseamos para nuestro país? Yo al menos pienso que no. Estoy dispuesto a renunciar a la opción de reelegir a un buen presidente a cambio de que un mal presidente no pueda eternizar en el poder.

En cuanto a los periodistas que celebran el fallo nada más me permito recordar que una de las primeras víctimas de las dictaduras democráticas es la libertad de expresión. Vean, estimadas lectoras, lo acontecido en Venezuela, Ecuador y Argentina. Dios quiera que en un futuro cercano no escuchemos el plañir de quienes antes aplaudían.

Próximamente veremos el siguiente acto de nuestra tragicomedia. Ya luego presenciaremos una campaña publicitaria, financiada con nuestros impuestos, para convencernos de que estamos a la puerta del paraíso y que mal haríamos en pensar en cambiar a quien galantemente nos ha conducido hacia él. Nuevamente habrá aplausos de corifeos y periodistas, alabando la modernidad de la reelección y los logros del gobierno. A quienes discrepamos en cuanto a la reelección no nos quedará más que decir, “no hay peor ciego que quien no quiere ver”.

spot_img

Lo + Nuevo

spot_img
spot_imgspot_img