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Crimen y castigo

Por: Julio Raudales
Desconsolada y aturdida, una amiga me comentó que su casa fue asaltada en pleno día mientras la mayoría de la familia se encontraba en su trabajo y en el hogar quedaba únicamente la abuela, a quien los ladrones amedrentaron con amenazas a muerte mientras la despojaban de buena parte del menaje y el dinero a la vista.

Me dijo que la situación se ha tornado insoportable, pese al alto costo que implica poner un portón a la estrada del barrio, pagar L800 mensuales a los vigilantes e incluso elevar los muros y colocar alambres de púa en las casas. “El vecindario vive en estado de sitio” me dijo, “mi hermano tiene que pagar un impuesto a los mareros para poder trabajar su taxi y los precios en la pulpería son mucho más elevados para nosotros, ya que los dueños deben pagar si quieren operar”. No denunció el robo, pues dada la experiencia, pensó que el costo de hacerlo era mayor que su potencial beneficio.
Una forma amplia de entender el crimen es utilizando la teoría económica. Gary Becker, ganador del Premio Nobel de Economía en 1992 ha hecho en sus estudios, importantes contribuciones que podrían ser de utilidad a quienes toman decisiones al respecto. La teoría económica postula que las personas toman sus decisiones sobre la base de los costos y beneficios que estarán asociados a cada curso de acción. Así, frente a igual riesgo de ser sorprendido “in fraganti” robando una casa o asaltando un transeúnte, el delincuente preferirá robarlas a aquellos que tengan las mejores y más caras, y también de aquellos en que les resulte más fácil su extracción. Como norma entonces, preferirán las casas más costosas y/o las personas que tengan más posesiones a la hora del asalto.
A su vez, preferirán robar en las colonias donde haya menos vigilancia y en las estén en calles solitarias y oscuras en lugar de las que supuestamente estén vigiladas por un ‘cuidador’ en una calle concurrida y bien iluminada, pues el riesgo de ser aprehendido será menor.
Finalmente, el estímulo a delinquir, dependerá de la probabilidad de que una posterior investigación sindique al criminal como culpable, como también de la pena que le impongan los tribunales, si los policías, fiscales y jueces realizan con eficiencia su trabajo tendrá menos garantías de éxito. Sin duda que todo ello se verá también influido por las aflicciones económicas o por alguna otra motivación personal del delincuente.
 
Las conclusiones de política derivadas de este análisis económico de las acciones criminales son obvias: Mientras mayor sea la recompensa del crimen, mas crímenes habrá; mientras más ‘fácil’ sea delinquir, mas se delinquirá (en arca abierta el justo peca); mientras menor vigilancia policial exista habrá más criminalidad; mientras menor sea la efectividad de la investigación policial, menos delitos se denunciarán y, a la vez, mayor será el incentivo para delinquir; por último, mientras menor sea el castigo impuesto al culpable o mientras mayores sean las probabilidades de ser absuelto en el juicio o de obtener indulto o ‘medidas sustitutivas’, mayor será el aliciente para cometer crímenes, pues todo ello disminuye el costo esperado e cometerlo.

El aumento observado de la criminalidad en nuestro país durante los últimos años, debió originarse en que uno o más de los factores mencionados aquí. Nunca en los últimos 50 años se ha puesto en marcha una política integral de combate al delito. En el Plan de Nación, que es una ley vigente, se prescribe una política basada en seis pilares: recuperación de la credibilidad de los operadores de justicia, fortalecimiento de la coordinación interinstitucional, mejora del sistema penitenciario, un buen programa de previsión policial, fomento de acciones preventivas, combate a caudas generadoras de violencia y mejora en los sistemas de inteligencia. Nunca se puso en marcha por puro desatino de las autoridades que nunca han considerado el orden como algo prioritario.

Durante los últimos 5 años, se ha despertado una profunda conciencia sobre este problema en nuestro país. La misma ha sido estimulada por los informes de organismos internacionales que nos catalogan como el país más violento del mundo, pero más por el clamor de las víctimas que ya no soportan el estado de las cosas, es por ello que se vuelve imperativo abordar la problemática con una óptica científica y evitar el uso de los escasos recursos del país siguiendo criterios guiados por la simple intuición. La Cooperación Internacional ha ofrecido desde hace años un adecuado marco de referencia del cual podemos partir, no obstante las soluciones deben nacer de nuestra experiencia y trabajo ordenado.

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