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Cosmonauta ruso: La Tierra se nos queda pequeña, colonizaremos la Luna y Marte

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Madrid – Construir bases estables en la Luna y colonizar Marte «en cuestión de 15 o 20 años» son los próximos pasos de un proceso expansivo «inevitable» para la humanidad, ya que la Tierra «se nos queda pequeña», ha explicado a Efe Mijail Korniyenko, cosmonauta de Roscosmos, la Agencia Espacial Rusa.

Sin embargo, estos plazos se cumplirán sólo «si todos los países y las organizaciones espaciales se ponen de acuerdo y dejan de invertir tanto en el campo militar y más en el cosmonáutico».

Korniyenko ha insistido en la necesidad de «dejar de ensuciar la Tierra y pelearnos por ella» y unir fuerzas para «descubrir nuevos campos de investigación», con el objetivo de «ir a la Luna y a Marte antes de lo que nos podemos imaginar».

Este ingeniero de vuelo y exmilitar ha reconocido que ser cosmonauta fue su sueño «desde pequeño, al igual que el de todos los niños nacidos en la Unión Soviética durante la década de los 1960».

En 2016, batió junto con el norteamericano Scott Kelly el récord de permanencia ininterrumpida a bordo de la Estación Espacial Internacional (EEI) con una estancia de 340 días.

La EEI, que cumplió veinte años precisamente el pasado día 20 de noviembre, es un proyecto internacional que trabaja «100 % para objetivos científicos», ha explicado Korniyenko, empleando la ingravidez para investigar sustancias como la insulina súper pura, nuevos procesos energéticos o técnicas de rehabilitación traumatológica.

Su propia estancia de casi un año en la estación entre 2015 y 2016, para la cual se preparó durante 13 años, sirvió para estudiar la adaptación biológica del cuerpo humano a las condiciones del espacio.

«Ahora mismo, los médicos pueden tratar a los astronautas que vuelven del espacio para su readaptación a la Tierra, pero los pilotos que lleguen a Marte no tendrán estos equipos de soporte» y de ahí la necesidad de estudiar su adaptación en estas condiciones, ha precisado.

Este cosmonauta afirma que la vida en el espacio es «mucho más tranquila pero infinitamente más complicada» porque actividades cotidianas como lavarse el pelo son «toda una odisea».

El miedo y la tensión también son compañeros de viaje, pues «inevitablemente uno empieza a temer por su integridad física cuando el vuelo entra en la atmósfera y desde la escotilla ve el fuego en el exterior».

En una de sus expediciones, el equipo de Roscosmos en la Tierra advirtió a la tripulación de la presencia de basura espacial y el riesgo de que un trozo pudiera impactar con su nave.

«Como ocurre cuando hay alguna avería en un submarino, nos metimos en la cápsula de emergencia, esperando con muchísima tensión el golpe», ha relatado, pero afortunadamente no llegó a producirse.

Sólo «a posteriori», «la tripulación fue consciente del peligro que habíamos corrido», pues esos trozos viajaban a una velocidad de 14 kilómetros por segundo: «no lo habríamos contado».

La tecnología espacial «es bastante segura pero también muy compleja y conlleva mucho riesgo, por lo que es muy difícil excluir los accidentes», ha advertido, tras recordar el fallo que el pasado mes de octubre obligó a abortar la misión de un cohete Soyuz.

Pese a ello, «la comunidad espacial sigue confiando en las Soyuz», ya que «en los tres casos de accidentes a lo largo de su historia la tripulación ha seguido viva, porque funcionaron muy bien los protocolos de emergencia».

Más allá de las condiciones físicas, vivir en el espacio es «psicológicamente muy duro», sobre todo porque «no ves un sólo ser vivo en prácticamente un año» y añade: «Cuando te despiertas en la Tierra y te asomas por la ventana, ves el sol y lo relacionas con que es por la mañana, pero allí te levantas y estás siempre en un receptáculo oscuro».

Ello obliga «a mirar constantemente el reloj para saber si es de día o de noche, porque se pierde completamente el sentido del tiempo».

Por eso «después de tantos días en órbita, fue un sueño aterrizar en la estepa de Kazajistán y respirar aire puro».

La vuelta a la Tierra «es muy difícil» y requiere tres períodos de adaptación: uno inmediato de 10 días tras el aterrizaje en el que es necesario aprender de nuevo a andar o respirar con normalidad, una segunda fase de pruebas clínicas y finalmente, un tiempo similar al que se ha estado volando para normalizar el cuerpo.

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