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Contrastes y retrocesos

Por: Luis Cosenza Jiménez

Recientemente hemos presenciado el arresto del ex presidente de Guatemala, Álvaro Colom, y la renuncia del presidente de Perú, PPK, por supuestos actos de corrupción. 

A la luz de tales acontecimientos, uno podría concluir que la lucha contra la corrupción ha cobrado nuevos bríos en nuestro continente.  Sin embargo, eso contrasta terriblemente con lo que ocurre en nuestro país, donde al parecer el Congreso está empeñado en promover la impunidad y en obstaculizar la lucha contra la corrupción. 

En lugar de poner sus barbas en remojo, los diputados (con las notables y pocas excepciones del caso) han optado por tejer lo que, según ellos, será una impenetrable coraza de impunidad.  Su última genialidad ha sido reformar la Ley de Privación de Dominio, para, según ellos, proteger y asegurar el debido proceso a los imputados. 

Para que no quede duda en cuanto a lo que persigue el club de los corruptos, también se ha presentado un recurso de inconstitucionalidad en contra del convenio que el gobierno suscribió con la OEA para dar vida a la MACCIH.  Todos estos actos reaccionarios se dan, estimada lectora, mientras en otros países arrecia la lucha contra la corrupción.  Hasta el popular ex presidente Lula da Silva está a un paso de ir a la cárcel por supuestos actos de corrupción.  Pero como se ha dicho frecuentemente, ¡los hondureños somos diferentes!

Frente a lo acontecido, rápidamente se han alzado las voces de protesta, tanto en el ámbito nacional, como internacional.  Muchos han, correctamente a mi juicio, calificado los actos del Congreso como un retroceso en la lucha contra la corrupción y el crimen organizado.  No obstante, tan grande parece ser el temor de algunos diputados que están dispuestos a llegar a cualquier extremo para preservar la impunidad que los protege. 

En el proceso, el Congreso se aleja cada vez más del pueblo y pierde toda legitimidad y credibilidad.  Me atrevo a decir que muy pocas personas se sienten representadas por la gran mayoría de los diputados que integran el Congreso.  Ya no estamos solo frente a una crisis política resultante del último proceso electoral, sino también frente a una crisis institucional originada en el total desprestigio de la clase política. 

Con mucha suerte, el diálogo nacional servirá para superar la crisis política, pero la crisis institucional solo se superará con la total renovación de la clase política.  Si no renovamos la clase política, nuestro sistema de gobierno, nuestra imperfecta democracia, será muy vulnerable a los ataques de quienes desean reemplazarla por otros modelos que han reiteradamente fracasado en otras latitudes.  Pero como nadie aprende de la experiencia ajena, no falta quien desee instaurar esos sistemas, que como el tristemente célebre Socialismo del Siglo XXI, solo han traído hambre, pobreza, emigración y cárcel. 

Es irónico, pero los corruptos propician la instauración de esos regímenes totalitarios y fracasados.  Si no véase el caso de Venezuela.  Reiteradamente se dice que la corrupción de los gobiernos controlados por la clase política tradicional pavimentó el camino para la llegada de Chávez.

Próximamente se nombrarán los tres Fiscales de los países del Triángulo Norte, y lo que ocurra nos dirá mucho sobre el compromiso con la lucha contra la corrupción y el crimen organizado.  Ya en nuestro país ha comenzado el proceso para presentar los candidatos al Congreso Nacional.  Es de suponer que en los tres países el club de los corruptos hará lo que sea necesario para que se nombre un fiscal sumiso y obediente.  En nuestro caso, el actual Fiscal ha manifestado que no busca la reelección, lo cual sus enemigos han interpretado como que no la acepta, lo cual es incorrecto. 

No buscar, no promover, la reelección no implica que no la aceptaría si se le ofrece.  A mi entender, el Fiscal ha mostrado su compromiso con la lucha contra la corrupción y el crimen organizado, y ha actuado con relativa independencia y diligencia.  Acepto que a muchos nos gustaría que se proceda con más rapidez y efectividad, pero entiendo que el proceso de fortalecimiento del Ministerio Público está finalmente comenzado a rendir frutos.  Cambiar de timonel en estos momentos me parece imprudente, máxime cuando eso brindaría una oportunidad al club de los corruptos para que nombre “su” Fiscal.

Por ahora, nuestra esperanza está en manos de la Junta Nominadora, y en particular en la representante de la Sociedad Civil en dicha Junta.  Nosotros podemos optar por ser simples espectadores, o involucrarnos, promoviendo a quien consideremos el mejor candidato o la mejor candidata. Si solamente observamos pasivamente el proceso le facilitaremos la tarea al club de los corruptos y sufriremos las consecuencias.  Si nos involucramos, es posible que de todas maneras la clase política imponga su candidato, pero también es posible que ganemos la batalla.  En todo caso, lo que está en juego es nuestro futuro y nuestro país.  Si queremos dejar un mejor país a nuestros hijos y nietos debemos luchar por erradicar la corrupción, y eso pasa por la elección del próximo Fiscal.  Demos la batalla por el bien de nuestros descendientes.  

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