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Atol con el dedo

Por: Luis Cosenza Jiménez

Recientemente ha transcendido que el gobierno, el COHEP, los generadores privados y la AHIBA han llegado a un acuerdo para atender la crisis financiera de la ENEE.

Como la estimada lectora podrá recordar, el problema de la ENEE fue exacerbado al postergar la transformación del sector (tal y como se previó en la Ley General de la Industria Eléctrica, LGIE), al promover la piñata eléctrica (en la cual se adjudicó a afortunados individuos un gran número de contratos, PPAs, a tal grado que hay más de cien de esos contratos que suman más de 1,400 MWs que todavía no se han desarrollado) y al adjudicar contratos leoninos a desarrolladores de proyectos fotovoltaicos y a la Empresa Energía Honduras, EEH.

No cabe duda que estas contrataciones, ocurridas durante la Administración Hernández, figuran entre las peores hechas en el sector eléctrico. Todo esto, como el lector podrá colegir, ha llevado a la postración financiera de la ENEE a tal grado que no ha pagado durante varios meses la energía suministrada por los generadores privados.

Esta situación es ahora casi insostenible para los generadores privados y para los bancos que los financiaron. Además, el Fondo Monetario ha venido recalcando la urgente necesidad de atender el impacto que la situación financiera de la ENEE tiene sobre el déficit fiscal del país, de tal manera que puede uno suponer que no habrá un nuevo programa con el Fondo salvo que se le demuestre que el problema de la ENEE ha sido resuelto o está seguramente en vías de solución.

Resulta pues que los generadores privados, la banca, el COHEP y el FMI han presionado fuertemente al gobierno para que tome las decisiones necesarias para resolver el problema financiero de la ENEE. No obstante lo anterior, es evidente que los consumidores y los contribuyentes al fisco hemos estado ausentes en la discusión del problema de la ENEE. Esa ausencia ha permitido que el peso de la solución caiga exclusivamente sobre nuestros hombros. Nadie vela por nuestros intereses. Consecuentemente, ahora se nos pide que paguemos por los platos que otros rompieron. Permítanme explicar por qué.

Según se ha dicho, ya se ha aprobado y puesto en vigencia un nuevo ajuste tarifario. No conocemos los detalles, pero se dice que será en promedio de un 18%. Eso implica que en un año los ingresos de la ENEE se incrementarán en un poco más de cinco mil millones de lempiras, que si bien no elimina totalmente las pérdidas anuales de la ENEE, si las reduce considerablemente y debería permitirle pagar casi toda la facturación de los generadores privados y de EEH. Para dorarnos la píldora, el gobierno ha anunciado que tomará otras medidas para “transformar” a la ENEE y el sector. No obstante, todas esas medidas son a futuro y ni siquiera han sido calendarizadas.

Es decir, se trata simple y sencillamente de promesas y de medidas que el gobierno debió haber tomado hace ya varios años porque así está previsto en la LGIE. En otras palabras, nos aseguran que ahora si van en serio. Que lo que ignoraron todos estos años porque así les convenía, ahora sí lo tomarán en serio.

En conclusión, a cambio de una realidad, de un alto ajuste tarifario, nos ofrecen promesas que en el pasado han reiteradamente incumplido. ¿Le parece razonable la propuesta? Seguramente que usted pensará que no. Para colmo de males, debo señalar que en una propuesta presentada hace como un mes por representantes de los generadores privados, se proponía un ajuste tarifario de un seis a un ocho por ciento, aplicable solamente a los consumidores comerciales e industriales. Seguramente que quienes prepararon esa propuesta han sido impresionadas por la generosidad que ahora muestra el gobierno al implantar un ajuste del dieciocho por ciento a todos los consumidores.

El temor a la reacción popular, que seguramente se hará sentir cuando comiencen a llegar las próximas facturas, ha llevado al gobierno a proponer un subsidio a quienes consumen menos que 300 kWh mensualmente, o sea a un millón y medio de usuarios, según el gobierno. Ese subsidio se reducirá mensualmente hasta que desaparezca al cabo de nueve meses.

La pregunta obligada evidentemente es ¿Cuál será la reacción de ese millón y medio de consumidores al final de ese parto, cuando les eliminen el subsidio? ¿Será posible que los amigos del Fondo piensen que el gobierno podrá fácilmente eliminar ese subsidio? ¿Y qué decir del otro medio millón de consumidores que recibiremos abultadas facturas y no tendremos acceso al subsidio? ¿Cuál será la reacción de ese grupo?

El problema de la ENEE no debe resolverse simplemente trasladando la ineficiencia de la Empresa y los contratos onerosos a los consumidores. Lo justo sería pedir una cuota de sacrificio a todos, incluidos nosotros los consumidores, a pesar de que nosotros no tenemos absolutamente nada que ver con el problema. Esto requeriría, no promesas carentes de credibilidad, sino que compromisos firmados por los generadores y EEH.

Con eso en la mano se puede pedir el sacrificio de los consumidores. Así tendríamos hechos y no palabras, mostrando el sacrificio compartido. Eso es lo que las circunstancias demandan. Todo lo demás son palabras que se lleva el viento, especialmente si con nuestro y exclusivo sacrificio la situación financiera de la ENEE mejora a tal grado que deja de ser un tema que requiere de urgente solución. Lo que a la fecha nos han planteado resulta ser nada más que un intento por darnos atol con el dedo.

No puedo concluir este artículo sin mencionar un mensaje que circuló en las redes sociales y que supuestamente redacté y publiqué yo. Debo enfáticamente decir que no he redactado, ni publicado el mensaje que literalmente dice: “Juan Orlando Hernández a trompicones decide sobre la economía, pareciera que es enemigo de la planificación. En el área energética camina erráticamente, nadie sabe con exactitud qué se propone. Luis Cosenza Jiménez”.

En primer lugar, debo decir que no participo en las redes sociales. No tengo cuenta en Twitter, ni en Facebook. En segundo lugar, la redacción del mensaje no refleja mi estilo. La palabra “trompicones” ni siquiera figura en mi vocabulario. Finalmente, lo que tengo que decir lo he dicho en mis artículos publicados por Proceso Digital.

No tengo necesidad de recurrir a las redes sociales. Entiendo que en estos días uno está expuesto a este tipo de artimañas y suciedades. Es una pena, pero hay que aprender a vivir en este nuevo mundo. Como muchas otras cosas, las redes sociales pueden usarse para bien o para mal. A mis lectores les ruego que únicamente atiendan lo que publico en Proceso Digital, y les agradezco la atención que siempre me han dispensado.

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