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¿Administrar o cuidar la casa?

Por: Julio Raudales

El Servicio Autónomo Nacional de Acueductos y Alcantarillados (SANAA), una paraestatal cuya existencia caducó legalmente hace casi tres lustros, pero que todas las administraciones se niegan a hacer desaparecer, publicó hace unos días, una agenda draconiana de racionamiento, en la que prácticamente condena al Distrito Central, como a casi todo el país, a una irremisible calamidad.

No se puede echar la culpa del problema solamente a la enclenque empresa; La sequía en el país ha sido una de las mas largas de la historia y esto, sumado al fuerte nivel de contaminación ambiental, el precario manejo de las otrora vastas y caudalosas cuencas hidrográficas, la criminal desforestación y falta de buena planificación urbana, parecen ya, habernos condenado a la desertificación y por ende al fracaso como estado.

A propósito de ello, conversaba con mi amigo Nelson Ávila, uno de los mas agudos y estudiosos economistas del país, sobre las funestas consecuencias que la falta de visión y lectura correcta de la ciencia económica, le está provocando al país.

La culpa la tenemos los economistas. Casi todos, hasta los mas conspicuos cómo Krugman o Taller, elaboran sus argumentos sobre la base de una razón económica “desnaturalizada”. Ella se interesa exclusivamente por la economía (la administración de la casa) y se desentiende de la ecología (el cuidado de la casa).

Me explico: el paradigma economicista del siglo XX, hace apología de la razón pero además la separa de la naturaleza. De ese modo la razón se des-naturalizó y la naturaleza se des-racionalizó. A partir de ahí, todo lo que formaba parte de la naturaleza podía ser destruido, saqueado o explotado en aras de la productividad y la mejora de la calidad de vida. Se nos olvida entonces que esa misma racionalidad también se explica por la famosa ley del rendimiento marginal decreciente, es decir, hasta el bienestar puede causar infelicidad cuando sobreabunda.

Escribo esto, mientras los noticieros y portadas, pero sobre todo las redes sociales, dan cuenta y discuten sobre la controversial decisión que, tanto la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente, el Instituto de Conservación Forestal (ICF), la alcaldía capitalina y el resto de la parafernalia pública, en un acto que parece mas una conjura a algún lejano dios sumerio de la destrucción, insisten en construir un enorme proyecto justamente a la orilla de la “zona de amortiguamiento de la Reserva o Parque Nacional “La Tigra”. ¿Es que de verdad quieren que nos vayamos del país? ¿Cómo se les ocurre avanzar en tal dislate, precisamente en el momento en que mas secos estamos?

Luego del paso del huracán Mitch hace 20 años, Honduras se comprometió en el Grupo Consultivo de Estocolmo, a “Eliminar la vulnerabilidad social y ecológica del país”. Este era un buen principio para enpezar a tomar decisiones acertadas a la hora de buscar los mecanismos eficientes para el desarrollo. La experiencia en muchos países indica la posibilidad de combinar adecuadamente crecimiento económico con manejo inteligente del ambiente, pero da la impresión de que los hondureños, o por lo menos las autoridades, hemos dejado la razón y la naturaleza de lado, ¡por unos dólares mas”

Una cuarta parte del territorio nacional ha sido declarada “área protegida” ¡Mas de un millon de hectareas! ¿Pero qué ha pasado? Nada. De mas de 100 reservas naturales, apenas unas 30 cuentan con planes de manejo y prácticamente ningun plan de estos está financiado. ¿No sería esta, junto a la educación y la salud, una buena forma de gastarnos la plata de los impuestos?

Porque en la búsqueda de bienestar, no se trata de demonizar el lucro. Tampoco de bloquear, limitar o coartar el crecimiento económico en aras de una sostenibilidad sibilina. No es que se deba defender la ecología y renegar de la economía. No es que para defender la diversidad hay que atacar la unidad. No se trata de concentrarnos en lo público y desconocer lo privado; ni de promover la Ética y olvidarnos de la Eficiencia. El largo plazo es importante, pero el corto plazo es urgente. Si solo nos radicalizamos de una parte, caemos en la misma trampa maniquea y terminamos oponiendo falsamente cosas que no necesariamente deben serlo.

La corrección de la desigualdad, el aumento de la productividad y la preservación del ambiente no pasan por negar el capitalismo sino por trascenderlo ¿Cómo? Entendiendo que todos pueden ser emprendedor y con ello generar mayor bienestar, sabiendo que existe la responsabilidad social de las empresas, de tal modo que sus resultados no perjudiquen el medio, aumenten la productividad y trabajen esta vez a favor (y no en contra) del bien común.

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