De fracturas y manotadas

Por: Julio Raudales

Allá por 1985, el genial productor y director cinematográfico de origen judío Steven Spielberg, azuzó mi mente juvenil con una ingeniosa comedia futurista, en la que un alocado profesor y un joven colegial viajaban surcando el tiempo entre el pasado y el futuro para tratar de enderezar los entuertos de sus propias vidas.

Lo que más me llamó la atención en la obra, era que para el año 2015 el vehículo que usaban para viajar en el tiempo no tendría un tanque de gasolina sino un reactor nuclear y para generar la energía necesaria para moverlo, el combustible serían desperdicios orgánicos como cáscaras de frutas y cervezas. ¡Pues bien! Llegamos al año 2015 y esa realidad parece cada vez más cercana a nosotros. Aquello que hace 30 años era ficción, se convierte en realidad.  

 

Hace apenas un año, el precio promedio del barril de petróleo oscilaba alrededor de 120 dólares, lo cual constituía una bendición para quienes han sido dotados por la naturaleza con este insumo, pero un terrible dolor de cabeza para aquellos que por desgracia no pueden producirlo. ¡Pues bien!, esto parece haberse revertido en los últimos meses y como si fuese el prolegómeno de la película de Spielberg, la población mundial ha presenciado estupefacta el efecto cruzado del ejercicio de las fuerzas de mercado en el bien que más influencia tuvo en la vida de la gente durante el siglo XX: Con un precio inferior a los 60US$, el petróleo parece haber iniciado una escala hacia el descenso, movido en parte por la certeza de que pronto dejará de ser el factor energético por excelencia. Sin embargo, vale la pena detenernos en algunos elementos previos:

Las causas por las que el precio del petróleo comenzó a bajar en junio de 2014 estaban escondidas a simple vista aunque eran previsibles para la mayoría de los expertos: una baja en la demanda de Europa y China, la violencia en Medio Oriente que amenazó con interrumpir el suministro lo cual nunca se materializó y obligó a los Estados Unidos a incrementar su producción mediante la profundización del “Fracking”.

 

Pero ¿Qué es eso del Fracking o Fracturación Hidráulica? Bueno, es una técnica que facilita la obtención rápida de petróleo. Consiste en la perforación de un pozo vertical a cierta profundidad y luego se gira el taladro 90 grados en sentido horizontal; luego se inyecta en el terreno agua a presión mezclada con arena y químicos, con el fin de hacer que la presión incremente hasta en un 100% la salida del carburante. Con esto, la producción de petróleo ha aumentado fuertemente en los últimos meses.

Desde hace tiempo nos enseñan en las escuelas, que Estados Unidos y Canadá, poseen gigantescas reservas de combustibles fósiles en sus territorios, lo que sucede es que no los han usado en espera de una situación como la que se dio en los última década: el aumento en la belicosidad de Medio Oriente y Rusia, la masificación en el futuro cercano de energías alternativas (fisión nuclear y otras), así como el inusitado crecimiento de China Continental.

 

Fue Alfred Marshall, uno de los padres de la ciencia económica quien elaboró el modelo más utilizado en las universidades y centros de análisis del mundo. Esta simple abstracción llamada Modelo de Mercado, explica como un incremento en la producción de un bien (oferta), combinado con una caída en los deseos de las personas por consumir este bien (demanda), hace que su valor disminuya. Es este simple mecanismo el que algunas autoridades, especialmente en nuestros países no quieren ver y es por ello que luego tiran “manotadas de ahogado” como le ocurre ahora al presidente de Venezuela.

 

Por lo pronto, el fenómeno es una oportunidad para nuestro país, debido principalmente a que el la caída en el costo de nuestra factura petrolera beneficiará la balanza comercial, aliviará la presión sobre el lempira y proveerá un mayor espacio en los presupuestos familiares. Pero ojo, la cosa no es tan mecánica como pareciera: es necesario crear conciencia en la ciudadanía sobre la racionalidad en el uso de los recursos. Ya me lo decía mi colega Gabriela Núñez: es en el tiempo de las “vacas gordas” en el que hay que demostrar que se es inteligente y sabio.

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