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La resaca

Julio Raudales

No han pasado 24 horas de lo que se supone debió ser la fiesta democrática de los hondureños. Aunque en países más avanzados y maduros se trate de un simple ejercicio que permite a sus ciudadanos organizarse de manera tranquila por un periodo de tiempo definido, en Honduras las cosas nunca dejan de tener un cariz circense, de tragicomedia, ¡en fin! de sainete barato.

Las últimas dos semanas han estado marcadas por la hilaridad y el irrespeto. El Departamento de Estado de los Estados Unidos soltó el primer acorde en tonalidad menor -como la quinta sinfonía de Beethoven- un comunicado avieso, amenazante, que advertía a las autoridades del peligro que implicaría para ellos el manoseo del proceso. El gobierno se llamó a silencio, a diferencia de la intolerancia que mostraban hace un año, cuando percibían los dichos de la exembajadora como injerencias e imposturas, esta vez, ante la amenaza de las tropas en el Caribe, la actitud fue de mansedumbre franciscana.

El colmo fue un pronunciamiento que alguien redactó para que el presidente lo “posteara” en su red social particular. En él, Trump arremetía contra el partido de gobierno y alentaba a los votantes a apoyar a Tito Asfura. El respaldo al candidato nacionalista causó revuelo y excitación entre sus seguidores, al grado que casi dieron por ganador al exalcalde.

El pronunciamiento “trumpista” dejó al candidato liberal desencajado. ¿Cómo fue que no vieron venir el golpe? Es evidente que los “lobistas” del partido azul actuaron con más brío y buscaron con esta treta dar un último empujón a sus aspiraciones para volver al poder. Por supuesto, nadie dijo a los adláteres del premier americano, que escribir dicho mensaje contradice su discurso de lucha contra el narcotráfico. Pero Trump ya nos tiene acostumbrados a este tipo de salidas, nada podría decirnos que las cosas deberían ser muy distintas para el caso de Honduras.

Los agentes del partido de gobierno ni siquiera intentaron desvirtuar o contradecir el llamado de Trump para marginarlos de las preferencias populares. Su candidata estuvo siempre a la retaguardia en los sondeos y el golpe mediático del comunicado solo terminó de hundir su imagen ante el imaginario colectivo.

Para colmo, alguien agitó en las redes y los medios formales, el rumor de un posible indulto del presidente norteamericano al expresidente condenado por narcotráfico. Nada extraño tratándose de Trump y su errático comportamiento.

La resaca de noviembre nos tiene a todos conmovidos y expectantes. ¿Qué sucederá en el corto plazo si no logramos enderezar el rumbo? ¿Cuánto más debemos esperar para que el país comience a entender que solo emancipándose de los designios externos las cosas podrán cambiar para bien?

Pero no. Persistimos en esperar que vengan otros a solventar lo que no podemos hacer con nuestro esfuerzo. La gente cumplió. Salió a votar masivamente y dio muestras de que quiere un cambio, no necesariamente de régimen, más bien de actitud en su clase política. Son ellos, los políticos, los irresponsables de siempre, quienes siguen porfiados a expensas de sus ambiciones. Seguro que persistirán en pensar que las cosas no cambiarán, que cada cuatro años la ciudadanía seguirá viviendo con estrés pre traumático y con su incertidumbre vacua el dolor de su pobreza sin que la esperanza claudique.

Por ahora hay que conformarse. El remedo de fiesta se transformó en resaca, pero como en casi todos los alcohólicos, no basta con el malestar del día después para pretender que todo cambie. Se necesita trabajar con paciencia y denuedo. ¡Así que, a seguir esperando! 

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