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El arte de ser hombre

Chasty Fernández

Ser hombre es mucho más que cumplir con un rol o llevar un apellido. Es levantarse aun con el cuerpo cansado o enfermo, salir al trabajo con la frente en alto y el corazón lleno de propósito. Es sostener el hogar con esfuerzo, pero también con ternura. Es tener la fuerza para no rendirse y la humildad para seguir aprendiendo. Hay hombres que son ejemplo silencioso, que no se quejan, que se sacuden el polvo y siguen. Esos que, sin buscar reconocimiento, construyen futuro con sus manos y esperanza con su mirada.

Este artículo es para ellos: para el hombre que amanece antes del Sol, el que soporta el cansancio sin dejar de sonreír, el que abraza a sus hijos antes de salir, el que cuida, enseña y protege sin esperar aplausos. También para el que, aunque la vida le duela, no deja de ser apoyo, consejo y refugio.

La psicología entiende al hombre como un ser biopsicosocial, influenciado por la biología, el entorno social y la cultura, y dotado de una capacidad única de reflexión. Es un ser histórico y social que piensa, siente y transforma su entorno para satisfacer sus necesidades. Comprender esta naturaleza es reconocer que la fortaleza del hombre no se mide solo por sus músculos, sino también por su temple, su ética, su sensibilidad y su fe.

Ser hombre es un arte porque exige equilibrio: cuidar el cuerpo, respetar la mente y nutrir el alma, que es lo único que no envejece. Es un arte no perder la caballerosidad, ser detallista, escuchar, mirar a los ojos y cumplir la palabra. Es un arte ser fiel a los valores, construir relaciones sanas y honrar con respeto el amor que se entrega.

Pero también es un arte abrir el corazón. Durante mucho tiempo se les ha enseñado a los hombres a callar, a contener las lágrimas, a ocultar el miedo y disfrazar la tristeza. Sin embargo, cuando se reprimen las emociones, aparecen consecuencias: el bloqueo emocional, la ansiedad, la inseguridad, la dificultad para tomar decisiones o la sensación de soledad. Guardarse todo puede hacer que parezcan distantes o fríos, pero en realidad muchos solo necesitan un espacio seguro para hablar y ser escuchados.

Hablar de lo que duele no los hace menos fuertes, los hace más humanos. Reconocer la tristeza, la frustración o el cansancio no es debilidad, es sabiduría. Un hombre que se permite sentir y compartir lo que lleva dentro se libera, sana y aprende a vivir con mayor paz interior. Tener a alguien de confianza, un amigo, un hermano o un profesional con quien hablar, no resta valor, lo multiplica. Porque quien se conoce a sí mismo también sabe amar mejor.

Gracias a todos los hombres que siguen, que se esfuerzan y aman con el alma. A los que luchan cada día y aun así conservan la ternura. Cuiden su interior, porque el alma es lo único que no envejece y vale más que cualquier triunfo. Mantenerla limpia, noble y viva, porque en ella habita lo mejor de ser hombre: la capacidad infinita de sentir, de perdonar y de amar.

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