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La muerte tiene su celebración viva en Honduras y en el continente

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Tegucigalpa – En América Latina la muerte tiene sus matices, tradiciones, dolores y hasta su encanto. Así se refleja este uno y dos de noviembre, fechas que casi todo el continente dedica a recordar a los que dejaron de existir en la tierra y que según la fe cristina pasan a otro estadio de vida que se matiza entre el cielo y el infierno.

En una mixtura de tradiciones precoloniales sumadas a la influencia hispánica, la recordación de los muertos es envuelta en fiestas de colores, sabores de comidas y bebidas místicas, ceremonias y rituales que tienen su acento particular en cada uno de los países del continente.

Honduras, una celebración que trasciende

En Honduras la tradición es marcada por la vista a los camposantos, allí los deudos colocan flores, limpian las sepulturas y dicen sus oraciones, pero, cada momento, de acuerdo a la región tiene sus propias características.

En el occidente del país, especialmente en los poblados lencas, se acostumbra esperar la llegada de las fechas con ayote endulzado con panela (rapadura de dulce) y canela y colocado en ollas de barro que se dejan cerca de las puertas de entrada a las casas para que los muertos puedan degustar los sabores y compensar la generosidad con cosechas abundantes. Copán, Santa Bárbara y Lempira aún conservan este ritual.

“Ánimas somos, del cielo venimos, ayote pedimos sino nos dan, no cosecharán”, dice una letanía que se escucha para estos días entre los pobladores del occidente.

A los niños fallecidos se les ofrenda el día uno de noviembre con palmas y flores blancas en señal de la pureza de sus almas.

Tegucigalpa y su encuentros

flores1En la zona central Tegucigalpa es la expresión más encontrada. Va desde los que tienen a sus muertos en comentarios donde descansan los olvidados, donde hay fosas comunes y yacen centenares de víctimas de la violencia, pero también están allí muchos hondureños que por su condición económica no pudieron tener otro terraje, reciben flores, visitas y la oración de sus seres queridos. Uno de estos sitios es el cementerio Divino Paraíso ubicado en Comayagüela, ciudad gemela con Tegucigalpa, ese lugar ha sido denominado en forma despectiva como “cementerio de mala muerte”.

El cementerio general de Tegucigalpa, reúne los restos de muchos próceres hondureños y figuras que marcaron la historia. Allí hay ex presidentes, poetas, dictadores, mujeres connotadas, académicos, escritores, y también malhechores célebres. El cementerio General fue iniciado en 1877, pero es a finales de los años 20 que se levantó su fachada con aires coloniales. Allí también descansan ciudadanos comunes que son visitados por sus familiares.

La modernidad y el paso del tiempo dieron lugar a la construcción de nuevos y lujosos cementerios en la capital hondureña. En ellos los diseños y la vista son hermosos. Morirse y descansar en esos panteones cuesta un ojo de la cara.

Morocelí y sus flores de espelma

Francisco Morazán, también tiene poblados que conservan sus tradiciones. Una muestra de ello es Morocelí, que en lengua náhuatl significa “Río de Gorriones, ubicado a sólo 60 kilómetros de Tegucigalpa, con 12 mil habitantes, en su mayoría católicos y devotos del Cristo Negro.

Morocelí aún conserva la tradición de ofrendar a sus muertos con tradicionales coronas elaboradas por floristas locales que aún hacen las flores con espelma en un ritual que casi ha desaparecido en Honduras.

Goascorán, una tradición viva

La región Sur de Honduras, especialmente el departamento de Valle mantiene vivas sus tradiciones para recordar y homenajear a sus muertos.

Goascorán, uno de los más tradicionales poblados, homenajea a sus muertos con música. Son ya por lo menos seis generaciones de músicos de la banda de Goascorán que llenan desde hace más de 130 años, la necesidad espiritual de los pobladores de la región que tienen el 1 y 2 de noviembre una de sus principales fechas.

En el sur hondureño el día de difuntos sirve para reunir a las familias en los camposantos. Allí en torno a las tumbas, conversan, recuerdan, elevan sus plegarias, cantan, comen, colocan coronas de ciprés… buscan hacer conexión con sus deudos.

La nostalgia de los inmigrantes…

También en la distancia, muchos sureños que forman parte del éxodo que ha dejado sus tierras para buscar mejores horizontes, se contactan con sus parientes, hoy con mayores facilidades, auxiliados por la tecnología. Ellos también quieren oír la música de la banda de Goascorán y dedicarla a sus parientes fallecidos.

Desde México hasta el Sur del continente

paganoAsí como en Honduras, los pueblos latinoamericanos con influencia Azteca, Maya, Nahuas y Totocanas son más acendrados en la conmemoración de la fecha dedicada a los muertos que fue establecida por los españoles en coincidencia con el calendario católico del día de los santos y de las almas. Los conquistadores buscaban dejar atrás los ritos indígenas en procura de convertirlos al catolicismo.

La fiesta comienza el uno de noviembre, fecha dedicada a los santos inocentes y que simboliza el retorno de las almas a los niños. El dos ya es conmemoración especial para los adultos.

Sobresale en el contiene la conmemoración mexicana que conlleva desde altares en las casas con fotografías y objetos de sus muertos hasta hermosos arreglos multicolores en los cementerios.

Allí, en la necrópolis, los mexicanos festejan y combinan rituales en una plena muestra que mezcla la fe católica con la tradición indígena. La muerte para ellos se retrata ese día en los dulces en forma de calavera y cráneos de azúcar, en el “pan de muerto” (pan de dulce).

guatemalaLos ecuatorianos celebran la vida y recuerdan sus muertos con “guaguas” de pan en forma de niños y preparan bebidas con harina de maíz negro. El maíz es parte profunda de las tradiciones americanas.

Así la riqueza cultural del continente cobra vida cada año, justo en el más grande homenaje a la muerte.

 

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